Cuando yo era niño vivía en una casa normal, mi madre era bibliotecaria y mi padre conducía su propio taxi.
Éramos una familia normal, con una vida normal.
Mi padre comenzó a tener un cliente fijo, un Corredor de Bolsa de Wall Street que estaba obsesionado con el oro.
En cada recorrido entre las calles de Manhattan, le hablaba a mi padre del mercado del oro y le intentaba convencer una y otra vez de que él también debía comprar.
Su insistencia fue tan grande que al fin lo convenció.
Mi padre comenzó a comprar una onza a la semana, porque una de las cosas que le enseñó el Corredor de Bolsa es que debía tener un plan de inversión constante para que diera resultados.
De esta manera llegó a acumular una cantidad interesante de oro, el cual compraba a $35 dólares la onza. Pero, cuando el precio del oro fue liberado, cada onza llegó a costar $800 dólares.
¡De 35 a 800 dólares!
En ese momento nuestra vida hizo ¡Boom! Cambiamos de casa, de barrio, de colegio, dónde hacíamos las compras, lo que se servía en nuestra mesa…
Todo cambió.
Pero, aunque mi padre sentía interés por los mercados financieros e intentó jugar, no tenía el conocimiento ni el entrenamiento necesario. Él quería repetir su hazaña del oro, pero ese fue solo un golpe de suerte.
De esa experiencia aprendí muchas cosas, pero hoy te voy a compartir solo tres:
- Que para ser exitoso en algo necesitas tener el conocimiento correcto, porque los golpes de suerte son raros y no se repiten.
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- Que una decisión puede impactar tu vida y dar nuevas oportunidades.
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- Y que lo que haces junto a tus hijos, siembra una semilla en ellos que perdura y crece de formas que muchas veces no puedes prever.
Esto último te lo digo porque yo le debo a mi padre el haber llegado al Trading.
Su jugada con el oro no fue lo único.
Cada viernes a las 8 de la noche, mi padre encendía la televisión y yo me sentaba a su lado para ver juntos “Wall Street Week con Louis Rukeyser”.
Este era un programa esencial para los traders y los gestores de fondos de la época, en el cual entrevistaban a las mentes más brillantes de Wall Street, con la intención de dar a conocer “los secretos” del mercado de valores y la economía.
Fue allí, en el salón, sentado junto a mi padre frente al televisor, donde tomé la firme decisión de hacer Trading.
De no ser por él, no habría iniciado este camino. O quizás sí. Pero mucho, mucho más tarde.